La llamada al Carmelo teresiano y nuestra respuesta son obra del Espíritu del Resucitado
La experiencia de la vocación
En el origen del camino de vida religiosa y carmelitana de cada uno de nosotros reconocemos una llamada personal de Dios. No nos ha conducido al Carmelo nuestra propia decisión, sino una libre elección divina, que cada uno ha experimentado de forma personalizada. Somos conscientes de que la llamada y la respuesta son obra del Espíritu: el Espíritu del Resucitado que llama, que hemos recibido en el bautismo y que anima la libertad de la persona que responde.
En camino hacia la identidad
La libre respuesta personal, con la cual se acepta la llamada, constituye el inicio de un itinerario de discernimiento, de acogida y de asimilación progresiva de la identidad carismática. Dicha identificación irá creciendo y madurando en un proceso que durará toda la vida.
La llamada siempre presente
La preocupación por el futuro no debe hacernos perder de vista la experiencia de la llamada, que es la base sólida sobre la cual se apoya nuestra existencia. No sabemos cuál será el futuro de la Orden, y menos aún el de la porción a la que pertenecemos. Ni siquiera sabemos la forma que tomará la vida consagrada, o qué cambios experimentarán las instituciones eclesiales que estamos acostumbrados a considerar como inmutables. Sin embargo, no debemos preocuparnos de esto, sino de caminar a la luz de la experiencia que guardamos en el corazón, de la cual ha brotado y sigue brotando nuestra vida y nuestra identidad espiritual. Se nos puede quitar todo, pero no esta “fuente escondida”, que alimenta nuestra esperanza.